Memoria Descriptiva
La biblioteca Gabriel López Chiñas, un trabajo en el que se aplicaron métodos de edificación sustentable, una minuciosa restauración y el rescate de las técnicas tradicionales de construcción.
Tras dos años de trabajo, se concluyó esta obra en la que se restauró la estructura original –con muros de adobe, techumbre de morillos y biliguanas de madera tropical–, la cual está catalogada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como parte del patrimonio de este municipio, ubicado en la región del Istmo de Tehuantepec.
A partir de una precisa valoración, se pudo consolidar la crujía original y el casco antiguo, respetando su tipología vernácula. Posteriormente, se removieron los elementos recientes –que sufrieron daños importantes a causa de los sismos– para permitir la fusión de estructuras contemporáneas que dieran cabida a nuevos espacios, entre los que se encuentran un auditorio, una sala de cómputo y áreas al aire libre cubiertas por árboles.
Se conservó, en parte, la distribución original del inmueble y enfatizó su estilo vernáculo. En el edificio de la fachada se alojaron la biblioteca, el acervo, las salas de lectura y para niños. La parte posterior se conecta a través de un amplio pasillo que conduce a un patio central y a las nuevas salas audiovisuales, el auditorio con una capacidad para 100 personas, las oficinas administrativas, los servicios y un patio de carácter más intimista.
La intervención implicó la homologación de los métodos antiguos de construcción con los actuales para revitalizar este espacio destinado al arte y la cultura, que ofrece nuevas posibilidades para otro tipo de actividades y expresiones de la comunidad local.
La arquitectura sustentable implica el análisis detallado de las condiciones del terreno, el empleo de materiales y elementos endémicos, los cuales reducen el impacto ambiental y armonizan con el entorno y sus condiciones climáticas. Por esta razón, en la fachada se utilizó tierra amarilla rescatada de la excavación de los cimientos y se prestó especial atención a la alineación de las puertas y ventanas, permitiendo una relación visual entre el interior y el exterior, además de favorecer la ventilación cruzada; característica que contribuye a mantener la frescura en el ambiente, generada por los techos de gran altura y el espesor de los muros antiguos. En los acabados se decantó por la técnica ancestral de la pintura a la cal blanca en los interiores y el ladrillo de barro blanco, los cuales crean una sensación de amplitud y cuya luminosidad favorece la lectura. En la herrería se reprodujeron los patrones de los textiles istmeños, que contrastan con el ladrillo rojo, las tejas y una paleta cromática integrada por matices níveos y terracotas.
El mobiliario se diseñó de acuerdo con los espacios y su función, utilizando maderas locales, como el Huanacaxtle, que fue trabajada por expertos artesanos ebanistas. A ello se sumaron las donaciones de equipo de cómputo, equipamiento y libros por parte del gobierno local, diversas instituciones y particulares.
La integración del arte es una necesidad constante, ya que constituye la oportunidad para realizar un manifiesto estético.
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