Para este proyecto, un departamento en la Ciudad de México, asentamos premisas que guiaron todo el desarrollo de diseño. Buscamos potenciar la amplitud y aprovechar la doble altura, insertar máxima iluminación natural y permear al interior el ambiente exterior a través de los grandes ventanales.

La distribución se estructura a partir de un recorrido central que conecta todas las áreas. El diseño invita a descifrar la luz y el espacio, el volumen y el vacío. Los limites se componen de la dualidad entre la ausencia y presencia de cuerpos de altura media que generan tapancos y la posibilidad de usar otro plano del departamento. Los volúmenes de media altura posibilitan la contemplación del exterior, puesto que no bloquean los ventanales y permiten la entrada sin interrupciones de luz natural. Así también, espejos como plafón en los límites del departamento duplican la naturaleza circundante exterior para permear al interior.

Procuramos siempre flexibilidad para la función y el espacio. Un biombo de madera privatiza o expone media altura de una habitación para poder dar uso al espacio de forma flexible antes de que se use como recámara con el crecimiento y desarrollo de la familia. Altas puertas corredizas otorgan diferentes lecturas de algunos espacios, cambiando la percepción y uso de los mismos en función de su apertura o confinamiento. Exploramos la oportunidad de unificar áreas que en comúnmente se dividen con muros, como la recámara y la estancia, el vestidor y la habitación, la cocina y la sala.

Fuimos cuidadosos de que la iluminación artificial sucediera sin interponerse con el protagonismo de la natural. Evitamos el uso de “spots” y optamos por el uso de largas tiras de iluminación que acompañan la geometría y límites de los espacios, poniendo así luz y forma en diálogo.

Buscamos una máxima síntesis en los materiales y tonalidades empleados para obtener un espacio contundente y puro, en el cual la materialidad, la luz y la vegetación son los protagonistas.