La Capilla de la Tierra se encuentra ubicada en una población rural a seis kilómetros de la ciudad de Mérida en el estado de Yucatán. Entre sus premisas de diseño sobresalen el bajo impacto visual urbano para integrarse discretamente con su entorno eminentemente natural, así como la cuidadosa optimización de recursos económicos, materiales y humanos con los que se contaba. El mínimo mantenimiento de la obra terminada y el uso de materiales de la región que reforzaran su identidad local, su arraigo a su lugar y a su tiempo complementaban los principales requerimientos.
Se buscaba que el conjunto habitacional, enclavado en la frondosa selva del mayab tuviera un sitio de encuentro comunitario y personal con un lenguaje propio que le diera identidad y arraigo a los habitantes; conceptualmente se concibe como un espacio que conecta la naturaleza circundante con la dimensión interior del que lo experimenta.
El proyecto surge de generar el espacio por medio de la excavación en la placa natural: solo dos elementos se visualizan en el contexto, el primero lo conforma el Marco de la entrada que en conjunto con una sencilla plaza que sirve como reinterpretación del atrio, donde se inicia el recorrido al interior de la capilla y donde poco a poco el visitante se va desligando del ambiente exterior. El otro es la Cruz que se insinúa a partir de separar placas de concreto prefabricado que permiten identificar desde lejos la vocación del espacio.
El recorrido lo conforma una breve caminata en una pendiente poco pronunciada, en cuyos costados se ubican árboles de Chaká nativos de la región. Se adentra a las profundidades de la tierra descubriendo las paredes de roca expuesta sin recubrimientos.
La asamblea se soluciona con bloques monolíticos de concreto aparente que focalizan visualmente hacia el remate del conjunto: el altar natural que hace referencia a los cenotes, propios de las zonas circundantes por medio de un espejo de agua con vegetación que se ventila e ilumina por la apertura cenital, una ventana al cielo. La nave principal está cubierta por una losa de concreto prefabricado con bóvedas de medio punto, una reminiscencia de las iglesias y construcciones coloniales de la zona.
La Capilla de la Tierra fue diseñada para ser interpretada libremente por el visitante. No pretende imponer una lección de espacio, al contrario, invita a adueñarse de la misma dependiendo del momento, del clima, la luz y el tiempo. La interpretación del espacio arquitectónico varía y crea expectativas y conclusiones diferentes.
El trazo lineal invita a un viaje al corazón de la selva. Recorrido y destino son tratados con respetuosa solemnidad, propias de los espacios para la reflexión y el recogimiento. Con un claro trayecto se migra sutilmente de la vertiginosa realidad cotidiana a un plano espiritual e íntimo. En las entrañas de la tierra se descubre la experiencia del silencio interior: Un templo natural que privilegia el espacio y que no se edifica con materiales, sino que se construye con el vacío.
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