El árbol de Cuchunúc nos emplazó, nos indicó el punto de tensión y por si fuera poco, nos marcó la transición esencial del proyecto. Esto se debe a qué hay una característica muy importante en este sitio campestre, el suelo; es de un tono rojizo que dramatiza la época de flor del Cuchunúc al caer sobre este tipo de arcilla. Y no hemos hablado de arquitectura aún, sino de poesía visual, que no podíamos perder desde el concepto.
El proyecto emerge plásticamente del suelo, los materiales responden a una paleta de colores sepias, que a su vez delatan la honestidad constructiva de la vivienda. Las zonas íntimas se dividen y la zona social se integra a un solo cuerpo y función. Salvador es veterinario, tiene perros y gatos; que también fueron tomados en cuenta para el desarrollo del proyecto.
El corredor, como elemento característico de las viviendas de campo, se dispuso a modo de arteria central y no como acceso primario; en él, desfogan las bajantes pluviales que alimentan al tanque de almacenamiento de agua, para uso doméstico. Pequeños huertos aprovecharán las lluvias durante y después de la época.
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