Memoria Descriptiva
A casi tres décadas de que la fábrica fuera abandonada, un taller de arquitectura resolvería por convertirla en su nuevo hogar. Transformándola en un manifiesto de diseño regenerativo donde la energía solar, la captación pluvial, el tratamiento de aguas residuales, y la vegetación, armonizan una reciprocidad simbiótica entre el edificio, su paisaje y sus usuarios.
La Fábrica de Hielo opera como un ecosistema autosuficiente. Ponderando un modelo que promueve soluciones sostenibles para mitigar nuestra dependencia de los suministros municipales de agua y energía. Sobre cualquier otra consideración medioambiental, ahorrar, cosechar y reciclar el agua tiene el potencial de restituir drásticamente la sostenibilidad de nuestros entornos construidos; tanto en la Ciudad de México, como en otras regiones similares donde la crisis hídrica apenas comienza.
El reciclaje de la estructura preexistente, por su parte, sugería una intervención que mantuviera su memoria como parte de un ‘presente histórico’. El programa, y por tanto el proyecto, nacerían en la obra; un proceso instintivo para evaluar lo que podía ser preservado, valorar lo que ameritaba ser restaurado y encontrar el potencial de reformar con adiciones contemporáneas. A menudo implicando procesos à la Matta Clark para revelar la tectónica del edificio.
Como resultado, la fábrica se dividió en dos áreas: una planta baja dinámica para un programa público, y una planta superior para el trabajo privado. Ambas integradas a un claustro que completa el nuevo programa con un pabellón porticado al sur de la propiedad, y un jardín de vegetación endémica que aporta cohesión y serenidad al conjunto.
La Fábrica ha sido, no sólo un lugar para la práctica de la arquitectura, sino también un recinto comunitario para su enseñanza y discusión. Un vehículo dispuesto a compartirse como caso de estudio para un programa de actividades motivadas por las aspiraciones de sostenibilidad y diseño regenerativo.
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